POR QUE NO SOY UN ESCRITOR.


Ardua tarea es esta de escribir, se hace más dura cuando tenemos que plasmar en algunas hojas los momentos que han marcado  nuestras vidas y cuando aquellos sueños, ilusiones y desengaños quedan fotografiados en las planas blancas;  pero alguna recompensa debemos sacar de este ejercicio; y he llegado a pensar que es la mejor manera que tenemos para conjurar nuestros demonios o para avivar la chispa de la vida que nos hace despertar cada día.

Al escritor se le hace dura la existencia, frente a él se encuentra una hoja en blanco, un pedazo de papel que le reclama tinta, le exige que deje en ella un poco de su vida… ah! Pero es claro que no fuimos educados para eso, siento que en gran medida en toda mi educación se han encargado de encerrar mis emociones en un cuartelillo… ¿y como puede uno escribir con sus emociones presas?

Cuando apenas era un niño y cursaba los primeros años de escuela me inquietaba la belleza de las flores y especialmente de unas margaritas que adornaban el patio de mi escuela y fue en tal ocasión, precisamente donde me encontré con una cruda realidad, a la belleza se la ha puesto un límite y una utilidad.  Una mañana encontré una maceta con varias margaritas las cuales irradiaban una perfección irresistible para mis siete años, no se aun que era aquello que me motivaba tanto de estas flores, quizás en mi inocencia había descubierto la esencia del amor o acaso era simplemente el blanco de sus pétalos; la mañana trascurría en una normalidad absurda para los demás niños, todo era tan incoherente en su cotidianidad mientras mis ojos se extraviaban a cada instante en los pétalos blancos inmaculados… decidido y con una inocencia que desbordaba en el intento de conocer, me dirigí hacia la flor mas bella de la maceta y con determinación la tome en mis manos y la separe de la planta… en ese momento la coordinadora de disciplina se aproximó y con su voz chillona me despertó de mi sueño de bellezas y margaritas.

–      ¡por que arrancas las flores, acaso no ves que son el adorno de nuestra escuela! … definitivamente sos un vándalo.

–      Profe… es que…

–      ¡no! Vamos a rectoría.

Hoy pienso en ese momento con tardía rebeldía, debí hablar pero como hoy me sucede mis emociones se han encarcelado y es difícil hablar así bien sea al maestro, al amigo o a esta pagina en blanco. Debí decir que la flor me llamaba, que en ese momento germinaba en mi una semilla poética, que el amor me esperaba y que si aguardaban, hoy seria un buen poeta solo por querer conocer la flor, lo extraño es que nadie adulto en mi escuela entendía eso, para ellos la flor es un objeto mas, una pertenencia, un bien mas de la institución… esas flores no son mas que una escoba, un sanitario, su utilidad se mide cuando el director entra en las mañanas y las observa y en ellas ve solo la labor cumplida del jardinero, sola la justificación de un salario y deja de lado las sensaciones que ellas imprimían en nosotros… los niños a educar, que digo educar a motivar.

Así como las margaritas están desestimadas en su verdadera función y como yo había sido relegado a la función de vasija vacía y sin futuro también la palabra ha sido desestimada en su verdadera función, es de esta manera como la tarea diaria de llenar planas con letras recortadas de los periódicos se me hizo incomprensible y tediosa…  nunca entendí por que teníamos que recortar letras de un periódico y llevarlas a mi cuaderno, cuando las tijeras cercenaban la letra “A” de su espacio infinito y inteligible  la dejaban vacía y sin sentido y solo con un objetivo: pegarlas sin ningún fin en mi plana blanca; hoy esto es claro para mi, pero en ese entonces había algo que me hacia desesperadamente apartarme de esas planas, era una sensación de inutilidad extrema, una especie de lujuria que no brindaba placer ni fin alguno.

Que lastima apartar la letra de su entorno así como se aparta el niño de sus sueños, como se marca un límite a los dioses y como el hombre se ha vuelto un absurdo despertar… ¿por que no seguiremos soñando?… era no mas fácil, pero si mas real.

Aprobé  de esta manera y con no pocas tribulaciones la escuela primaria no sin antes  ver como la maestra Josefina tomaba de las trenzas a mi compañera y plantaba su rostro en medio de la cartilla Nacho lee, ella, la profesora, no entendió nunca que el que leía era Nacho y no mi compañera, quizás nunca entendió nada, quizás fue la misma “A” recortada y pegada en planas la que delimito a mi maestra, vaya uno a saber.

Al llegar a la secundaria me encontré con cosas para las cuales no me habían preparado: el amor, la violencia, la soberbia y demás sentimientos que se han reprimido en la escuela y que ven en la adolescencia una grieta por donde escapar, allí me sobrevino sin aviso alguno mi primer amor o al menos eso pensé en mi inexperiencia afectiva… lo malo fue que se vino de a dos y así es mas difícil; era dos niñas a las cuales no sabia si les debía respeto, amistad o amor… que fácil se le confunden a uno los sentimientos cuando se han encadenado, cuando el maestro no está si no para coartar tu libertad, cuando ser estudiante es solo ser parte de una lista, ¡como hubiera deseado que en una clase de ética me explicaran por que no debo amar a dos mujeres al mismo tiempo! Eso me hubiera evitado el bochorno de comprar dos tarjeticas iguales y entregarlas el mismo día.

El aula de clase ahora se había convertido en un campo de batalla donde sobrevive solo el más fuerte y aquellos que no deseábamos tomar partido estábamos relegados al exilio.

-¿quieres ser parte del equipo de futbol?

– no.

– ¿Por qué?

– no se que hacer con una pelota, me cortaron las extremidades del alma.

Un balón no hace nada si no se le ha imprimido pasión y es eso precisamente lo que nos robaron en pos de una modernidad que nos agobia, en pos de un intento desmedido por ser buenos en tantas cosas  y tan pocas, en busca de una educación globalizada que nos desvela todas las noches leyendo a Miguel de Cervantes sin saber que su alma aun perdura en la tinta indeleble y casi marchita como él, por culpa de mi maestro de literatura que me enseño que es mas importante miguelucho que la carta de mi madre a la santa cruz pidiendo por que hubiese comida ese año.

En otra oportunidad hablare de mi madre, hoy solo intento que estas paginas en blanco no me ganan la batalla, ya las he conjurado, las he medido y cada segundo reviso que tantos vocablos llevo escritos… es una pequeña manía que me queda de aquel profesor que me pedía ensayos de dos mil palabras…

Sucedió en mi época de secundaria un maestro que recuerdo con gratitud inmensa, un hombre que aparte de ser el director del colegio nos enseñaba estética o como ahora llaman a esa materia “artística” ¡que manía de cambiar nombres y dejar los mismos contenidos¡ bueno, este personaje en sus clases siempre nos contaba historias, pero que forma tan magistral de contar sus historias, intento de manera salvaje sacarnos de el tedio espiritual, para él el arte estaba ligado a la palabra y a la experiencia, siempre entendió que cada uno de nosotros éramos mas que números; cada trazo en las hojas de dibujo estaba enmarcado en una vivencia personal y cada broma de mis amigos tenia que ver y era parte fundamental de nuestro diario vivir en el colegio y por eso ahora me atrevo a corromper esta hoja blanca con mis pusilánimes letras…gracias.

UN SUEÑO QUE QUERIA VOLAR


El pase de diapositivas requiere JavaScript.

En ciertas ocasiones los sueños hacen parte de aquello más intimo que deseamos para nuestras vidas, hacen parte de nuestras metas, de nuestros deseos de un futuro mejor; pero en ocasiones realmente maravillosas esos sueños se desprenden de nosotros, adquieren alas propias y son ya lecciones de vida.
Sé de los sueños de un hombre, don Rafael Echeverri, quién vive en una casa que a simple vista y bajo la mirada de cualquier observador de paso sería muy normal, pero no, allí se esconde un secreto maravilloso, qué digo secreto, secretos…
Lo conocí una mañana tranquila y apacible, el sol apenas comenzaba a asomar sobre un horizonte que para los antioqueños es aun más alto por las montañas que nos rodean. Yo caminaba y, sorprendido, levante la mirada y vi un hombre en un balcón completamente rodeado de aves. Eran hermosos pájaros de diversos colores, plumajes y tamaños. Lo más sorprendente era ver cómo estas bellas aves no estaban enjauladas, tal y como suelen mantenerlas en los balcones de nuestras familias paisas; estas aves estaban libres y todas se acercaba a él en esa madrugada, mientras el hombre sacaba de su bolsa alpiste y alimento para darles.
Me pregunté por qué estas aves se acercaban sin temores y la respuesta más obvia sería el alimento, así que me acerqué a aquel hombre le pregunté su nombre. –Rafael, -me dijo y comencé a preguntarle por sus aves. “Éstos son mis pájaros y ellos me lo han dado todo, cada mañana me levanto a darles de comer, y si ellas no me ven tocan mi ventana. Ellas saben que somos amigos, son más que simples animales” – dice don Rafael con su tono severo, pero amable. Entonces comprendí que la conexión entre este hombre y sus aves era más grande de lo que yo pensaba, era un vínculo con la naturaleza que quizás ya algunos hemos perdido.
“Uno de mis sinzontes -los llamo míos por cariño – venía diariamente por su comida y volaba siempre alrededor de mi casa. Una mañana no lo vi, la verdad sentí una gran tristeza en mi alma, pues estaba seguro que había muerto. Así pasaron varios días y cada mañana lo buscaba, esperaba que regresara, hasta que una tarde, cuando me dirigía a mi casa, escuché un canto ahogado entre las ramas de un árbol, creo que ese canto me llamaba, repetía mi nombre, así que decidí acercarme y, cual fue mi sorpresa al ver a mi sinzonte, allí en medio de las ramas, se veía enfermo, así que alcé mi mano, esperando que no la aceptara, pero en ese momento sucedió todo lo contrario: se posó en mi mano y comenzó a pasar su pico por mis dedos. Fue un momento maravilloso en el cual entendía que él era mi amigo, aunque fuéramos de especies diferentes” – Contó don Rafael mientras yo lo escuchaba con calma, con curiosidad.
Existe algo más grande que las palabras, algo que conecta nuestras almas en un nivel superior. Don Rafael ha tenido sueños toda su vida y quizás algunos se alcanzaron a cumplir con éxito, otros creo que no, pero es claro que sus aves le prestaron sus alas para que él volara junto con ellas, para salir de su entorno y llegar a un cielo que sólo las aves conocen. Qué regalo más grande puede pedir un hombre que tener alas propias … así sean prestadas por un ratico. Ahora los sueños de don Rafael tienen sus alas, vuelan, y quizás vean al mundo desde otra órbita